Fragmento de mi libro
Sin percatarme, el departamento ya formaba parte del pasado. Los muebles e idioteces infantiles habían desaparecido. Ya nada quedaba en su lugar, solo polvo clandestino que suele acumularse en lo inamovible. Las cajas estaban ordenadas y selladas, había botado lo que no servía y solo quedaba limpiar un poco. Dejé a Amelia y una maleta aparte, sería lo último que empacaría. Me despedí de mi hogar lleno de dudas. Intentaba memorizar las sensaciones y el panorama. La nostalgia sería mi amiga, me ayudaría a conducir hasta donde debía llegar. Las despedidas duelen, es cierto, y nadie dice lo contrario. El apego no se puede negar, al igual que el hecho de que todos necesitamos amor. Me quedé tirado en el piso que por tanto me sostuvo y me acurruqué como un animalito. Miraba por el ventanal y me sentía desnudo, en años no sentí ese sitio tan especial como cuando tuve que decir adiós.
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