Fragmento de mi libro
En ese entonces, el alcohol me ayudaba a sopesar la crudeza por la que transitaba. Si hay algo de mérito en mi historia, es que no cualquiera puede caer tan bajo, se necesita coraje. El abandono de uno mismo y la soledad más perversa están reservadas para que la experimenten unos cuantos elegidos. Comenzó el huracán y ya no me contenía más, así que fui un miércoles a verte. Mientras iba de camino era como si transitara por un plano inmaterial, rodeado de un gris que recordaba que todo estaba condenado a esfumarse: las veredas mal pavimentadas, el cielo decaído, la contaminación y mi piel descuidada. Alguna mano gigante de un ser superior pudo haberse extendido y atravesado la atmósfera para arrugar la Tierra y lanzarla por el espacio, o dejar caer sus cenizas. Me encontraba a una cuadra de donde se supone que estarías. Aún no descubría el modo de acercarme, estaba paralizado. Sopesaba las posibilidades y eventos probables. Me imaginé siendo devorado por tu amor, que nos besábamos y nos confesábamos mutuamente nuestro romance secreto. Esto me dio la audacia que necesitaba y caminé hacia ti. Sentía mis pasos, mi sudor, así que traté de no pisar las líneas que dividían el asfalto para desviar mi atención hacia otra cosa. Llegué a la entrada tiritando, no me veía capacitado. El éter comenzó a caerse a pedazos, trozo por trozo como un rompecabezas que es desarmado. Por mi espalda una lluvia de agujas me clavaba y ardía con cada punzada: estaba en pánico. Me agarraba el pecho y no podía respirar, iba a desvanecerme.
Comentarios
Publicar un comentario